Podría casi afirmarse que la
vida del freelancer, o trabajador
autónomo, no es para todos.
Algunas
personas consideran que es demasiado difícil no tener horarios fijos que
cumplir y lo asocian con posible irresponsabilidad de su parte. Más de una vez
me han preguntado «¿cómo hacés?» Mi respuesta siempre es la misma: vivo de mi
trabajo y, al igual que cualquier otro trabajador en relación de dependencia,
me gusta ver mis progresos y que mi trabajo mejore día a día. Se necesita
constancia, claro. La clave no sólo está en saber organizarse, sino también en
disfrutar el trabajo día a día.
Una de las ventajas de ser freelancer es la posibilidad de poder
arreglar el lugar de trabajo. Y eso no es poco, sobre todo cuando llega el
verano y comienzan los cortes de luz. Si bien puede resultar incómodo trasladar
nuestra oficina a un bar, la casa de un familiar o algún rincón que nos presten
donde nosotros silenciosamente haremos nuestro trabajo sentados frente a una
computadora, es una ventaja que nos permite organizarnos y cumplir con las
fechas de entrega.
Tener la posibilidad de trabajar
y disfrutar al mismo tiempo es maravilloso. Pero a no quedarse dormidos, que
aunque tengamos la oficina en casa, es como cualquier otro trabajo y necesita
de nuestra pasión y dedicación.
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