Una de las definiciones que
proporciona la RAE para el término nómade (o nómada) es aquel “que está en
constante viaje o desplazamiento”.
Todo traductor que esté leyendo
esta entrada se sentirá familiarizado con esta definición, ya que alguna vez ha
trabajado contra reloj desde lugares insólitos y a horas desmedidas para poder
cumplir con una entrega que se atrasó porque se cortó la luz, el monitor no
prendió o la impresora no quiso funcionar ese día.
Esto me permite introducir una
de las maravillosas ventajas del traductor freelancer: libre disponibilidad de
oficina. Porque, tal como leí una vez por ahí, el “free” de “freelancer”
significa “libre” y no “gratis”. Como autónomos, tenemos que saber aprovechar
esta pequeña ventaja y hacer que los vientos soplen a nuestro favor. Por
ejemplo, es de gran utilidad separar el horario laboral del horario hogareño,
ya que si no, nos encontraremos traduciendo y al mismo tiempo haciendo tareas
domésticas. Si bien es verdad que hoy en día nuestras actividades suelen ser
multi-propósito, la idea no es agobiarse, sino saber organizarse y avanzar.
Siempre es importante tener un
plan B para contingencias no deseadas. Por eso cuando calculamos los plazos de
entrega de las traducciones, debemos contemplar unas horas extra para evitar
correr a último momento el día que la impresora
dejó de ser nuestra aliada. Además, ante los frecuentes cortes de luz
que sufrimos todos los veranos en nuestra ciudad, es recomendable tener un back-up constante de toda nuestra
información y algún lugar donde poder escapar cuando, de manera impredecible, nos
quedamos sin energía.
La vida del traductor nómade tiene
sus encrucijadas, pero trae mucha satisfacciones que, si aprendemos a organizarnos,
podemos disfrutar día a día.
“Elige un trabajo que te guste
y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”.
Confucio
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